A Simone De Beauvoir le sobraron muchas piezas

Qué difícil es ser mujer hoy en día… Difícil, pero no imposible… Sólo hace falta desnudarse… Sí, no me he vuelto loca… Desnudarse de todos los clichés que nos han ido colgando desde los años 60 hasta hoy.

Sí, a Simone de Beauvoir le sobraron muchas piezas…  Y por su culpa a las mujeres hoy, nos sobran otras tantas…

Nos sobran colmillos, obsesionadas por competir con el “enemigo” varón. Nos sobran las cuotas, indignas imposiciones igualitarias (¿Pero es que estas tías no se habían enterado antes que efectivamente éramos iguales sin necesidad de cuotas?). Nos sobran  tantos “telecincos” y sus mundos de Yupi, que nos ofuscan la mente haciéndonos creer que sin tetas no hay paraíso… Nos sobra maquillaje, que nos convierte en muñequitas de usar y tirar. Nos sobran las dietas y las liposucciones, que nos esclavizan con el culto al cuerpo.

Lo que no le sobra a la mujer es saber que la quieren por sí misma, no por la talla de su sujetador, ni por el grosor de su chequera, ni por lo apretado de su agenda. Necesita dejar de tener miedo a ser ella misma sin estereotipos de un lado y de otro. Necesita saber que quedarse embarazada no es el fin de su carrera. Necesita un compañero de viaje que la comprenda y la ayude y fortalezca.

Está claro que en este nuevo camino que debemos emprender las mujeres, este “nuevo feminismo”, tiene un papel primordial el hombre. Su presencia en el hogar se hace indispensable. Si el matrimonio es de dos, la conciliación de vida familiar y laboral también es de dos.

A de Beauvoir se le abrirían las carnes si leyera esto, pero es la realidad. El camino de liberación que ella marcó - erradicando la maternidad por lastrante para la mujer y señalando al hombre como causa de todos sus males-, nos ha conducido a las mujeres a la más absoluta dicotomía mental. Estamos como esquizofrénicas. Las que han optado por no ser madres y dedicarse en cuerpo y alma a su profesión, sienten una soledad insondable. Las que han decidido quedarse en casa, son miradas por el resto como “traidoras". Las que hemos optado por  familia y trabajo, andamos empastilladas para aguantar el ritmo…

La incorporación de la mujer al mercado de trabajo ha sido un gran progreso (mal que le pese todavía a buena parte del mundo masculino), hemos aportado todos nuestros cuidados maternales a la frialdad del mundo laboral, humanizándolo y diversificándolo. Pero esta incorporación requiere necesariamente de dos tipos de apoyo si no nos queremos volver locas.

Por un lado, campañas de conciliación -flexibilización de horarios, trabajo por objetivos, teletrabajo, etc…-, que hagan compatible la vida laboral con la familiar.

Por otro, si la mujer ha “salido”, el hombre tiene que “entrar”. De ahí el papel primordial del hombre en este feminismo de tercera generación. Es necesario que hombre y mujer se adentren juntos por la senda de la conciliación. Esto exige al varón un esfuerzo, sin duda alguna, pero la lucha merece la pena. Es la lucha por reconquistar la verdadera esencia de la mujer, desterrar toda ideología de género que nos encierra en falsas libertades, y poner de relieve que entre hombre y mujer no hay una guerra, si no una maravillosa y victoriosa complementariedad.

Con vosotros… Las mujeres podremos recolocar las piezas que le sobraron a Simone de Beauvoir.