El miedo global

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Llevo varios días pensando en esta reflexión de Eduardo Galeano a la que le he robado el título de este post:

"Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía, miedo a las puertas sin cerraduras, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad.
Miedo a lo que fue y a lo que puede ser. Miedo a morir, miedo a vivir..."

El miedo es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.  El miedo es intrínseco al ser humano, una defensa muy efectiva para la supervivencia.

Pero en un mundo que intenta controlar nuestros pensamientos y emociones a través de los medios de comunicación y la publicidad ¿no es el miedo una herramienta demasiado poderosa?

El miedo nos convierte en seres vulnerables, expuestos y absolutamente manipulables. El miedo es una tapadera para el crecimiento personal y profesional. El miedo paraliza y tiene la maravillosa cualidad de hacerte creer que las acciones que se desprenden del mismo son absolutamente necesarias para nuestra más básica supervivencia.

Aguantamos los gritos de nuestros jefes, la extorsión de los adolescentes, el machismo de algunos maridos, la dependencia a la que nos someten seres queridos, la violencia y violación consentida entre tantos jóvenes (y no tan jóvenes), la iniciación a las drogas, el esclavismo profesional, la xenofobia, el egoísmo....

Miedos que surgen desde nuestro mundo emocional porque no tenemos las herramientas adecuadas para gestionarlo.  Un temor muy aprovechado por los estados para paralizarnos y repetir la famosa frase "virgencita que me quede como estoy".  Y así, bajo está máxima, el Sr Donald Tremp, desde su burbuja de cristal se puede permitir el lujo de tuitearnos: "“Detengan la entrada a Estados Unidos de pacientes con ébola. Trátenlos, al más alto nivel, por allá. ¡Estados Unidos tienen suficientes problemas!”.

Hombre pensándolo bien, algo de razón tiene porque "desde luego" los EEUU tienen una situación mucho más compleja que la de África ¡¡"tócate los pies"!!!

Si lo trasladamos a cualquier territorio de la vida, generamos miedos en nosotros y en los demás, y lo asumimos de tal modo que permitimos con total impunidad que nos los injerten en la cabeza.

Tenemos Guantánamos para evitar futuros terroristas, historias macabras para que los niños obedezcan, explotación profesional para no perder el pan de cada día (cuándo lo que perdemos es el cada día), violencia para erradicar la violencia, silencios para no sufrir agresiones verbales, castigos que nos fulminarán con un rayo divino, en definitiva mascarillas para respirar nuestro propio aire, aunque éste termine ahogándonos.

¿No sería más sencillo aprender a etiquetar las cosas? Podríamos trabajar sobre un principio de prudencia que no nos hiciera tan vulnerables, elegir en vez de optar, ("ante un sendero, éste se bifurca en dos caminos...Uno de terciopelo, otro de espinas. Yo voy por el de terciopelo porque las espinas me dañan; tú vas por el mismo porque la suavidad del terciopelo te fascina. Tú eliges, yo opto").  Elegir, que incluso con miedo, me enfrento a las situaciones, lucho contra mis prejuicios y me esfuerzo por cambiar actitudes si realmente creo que son las justas.  Es más difícil, por supuesto, pero más digno.

La lucha contra el miedo requiere de una valentía tremenda, no podría ser de otro modo y también de un esfuerzo constante.  Disentir, informarse, abandonar la culpa, trabajar la autoestima, defender lo que crees desde el respeto, escuchar, sufrir la marginación ante muchas situaciones, sentir miedo...Pero te dota de algo que nadie puede lograr por ti. Tu libertad.

 

 

 

 

 

 

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